Enseñanzas dolorosas para una sociedad mejor

Enseñanzas dolorosas para una sociedad mejor

Artículo de opinión de Pepe Álvarez de ABC

«No podemos dejar a nadie fuera porque el coste sería terrible y los trabajadores y trabajadoras de este país reclaman respuestas que solo una sociedad justa y equilibrada puede darles»

Estamos ante una situación de crisis sin precedentes en la época moderna. Para hacerle frente son necesarias medidas de todo tipo, algunas de las cuales ya han sido puestas en marcha por el Gobierno. Pero esas medidas no servirían para nada sin el valor y la fuerza de las personas trabajadoras que sostienen el tejido productivo de este país. Cada mañana –o cada noche, depende de su turno– se levantan, y mientras se preparan para ir al trabajo, seguro que se preguntan a sí mismos: ¿por qué no me quedo en casa, tranquilo y seguro? Y se contestan que hay que mantener a la familia. Pero también advierten que su trabajo es importante, que gracias a él otras personas reciben los productos y servicios que necesitan, se mantienen los suministros esenciales, se limpian las calles, se atiende a los pacientes, etc. Estas personas trabajadoras hacen posible que nuestra sociedad no se derrumbe y para ello asumen riesgos personales. Por eso tenemos la obligación de dotarles de los medios adecuados para que puedan hacer su trabajo con la mayor seguridad posible. Y, en esto, ningún esfuerzo es demasiado.

Pero tenemos otra obligación: la de reflexionar y actuar en consecuencia. Necesitamos una sociedad mejor. Ya estamos viendo con claridad a dónde nos conduce una política que deja en manos del libre mercado, de la competencia salvaje en salarios y costes, aspectos estratégicos de nuestra economía y nuestro estado de bienestar, como el sistema de salud. De esta crisis tenemos que salir con una mentalidad diferente todo el mundo, sea cual sea nuestra posición política. Porque ha quedado demostrado que la existencia de una potente intervención pública en ciertos sectores como el sanitario es prioritaria, ya que, en caso contrario, ante los simples balbuceos de una crisis todo el sistema se pone en cuestión. En estos duros momentos advertimos con total nitidez los riesgos de que nuestros recursos básicos estén en manos de aquellos que ponen por delante la obtención de un beneficio inmediato a la garantía de la salud para toda la población.

Las personas que están trabajando día a día frente a una enfermedad que no deja de extenderse tienen derecho a que les aseguremos un futuro mejor. Un futuro con una sanidad pública capaz de afrontar las dificultades que tenemos; con una industria española y europea potente que no dependa de una competencia basada en la explotación de las personas; con un nivel de intervención e inversión pública en ciencia, tecnología e investigación que posibilite el desarrollo sostenible; y con una dotación de recursos básicos que aseguren el reforzamiento y mantenimiento de un Estado Social, Democrático y de Derecho como reza nuestra Constitución, que no esté a los pies de especuladores y vaivenes bursátiles ante las amenazas.

Esta crisis la vamos a superar, unidos, con el esfuerzo de todas las personas e instituciones. Pero va a ser muy dolorosa y dañina. Y debemos tomar enseñanzas de ella. La primera, que es urgente que impulsemos un cambio de mentalidad que nos permita constituir, con el mayor consenso, un tejido social y productivo preparado para hacer frente a nuevas crisis, y a aquellas que ya tenemos instaladas y no hemos sabido afrontar, como la climática. No podemos dejar a nadie fuera porque el coste sería terrible y los trabajadores y trabajadoras de este país reclaman respuestas que solo una sociedad justa y equilibrada puede darles.

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